lunes, 30 de marzo de 2009

When All You Got is Hurt



Tantas cosas y tantos recuerdos trae esta canción que es imposible resumirlos todos en una entrada. Permitidme que en la evocación de recuerdos auténticos, no admita impedimentos a la hora de ser caótico (paráfrasis o adaptación del soneto CXVI).





Este vídeo es una versión absolutamente preciosa de una grandísima canción.http://www.youtube.com/watch?v=be0j4PbrQOI


Pero el recuerdo de la versión de Berlín es para otro grandísimo grupo, Divine, que llegó a lo más alto en Murcia. Su cantante habría inspirado con toda probabilidad la versión berlinesa de la canción de U2 cuyo vídeo os adjunto, http://www.youtube.com/watch?v=JFWPeVfWB9o Eran tiempos en que se reclamaba aquella especie de pop decadente o glam independiente (me encanta inventarme etiquetas que fascinan a alguien además de a mí, esto lo hacíamos mucho a partir de determinadas horas de la madrugada) aunque ya existían Divine Comedy o Suede. Era el grito de los lectore de Alan Poe contra muchas cosas. Esos eran los dos grandes Antonios. Perfectamente podíais haber estado sentados al lado de Bono.





Una vez más, algunas preciosas entradas que adjunto aquí (http://naranjasdelaschinas.blogspot.com/2009/03/una-pena-en-observacion.html), me han recordado lo difícil que es encajar muchas cosas. Lo fácil que resulta vivir con uno mismo, y lo difícil que resulta convivir...incluso con uno mismo (no digamos con los demás). Nunca me gustó la frase L'enfern son les autres. Como el otro día decía mi amigo Manuel, nuestra libertad plena está en función de la de los otros, ¿es por eso condicional? No, amigos, la soledad es, ha de ser, sonora!!





Uno no anda por la vida derrochando generosidad porque, por el contrario, tendemos a pensar que la vida y los demás no son generosos con nosotros. En más de una ocasión tendemos a mirarnos más y más el ombligo. No me extraña que en el guión de Tierras de penunbra se incluyera la frase: el dolor es el megáfono con el que Dios se dirige a un mundo de sordos. ¡¡Qué terrible frase!! El dolor físico, la enfermedad, la muerte, la ausencia de vida. Por favor, visitad la entrada de hoy en Naranjas de la China.





El dolor del corazón, los sentimientos no correspondidos, los anhelos imposibles, lo inaccesible no lo es tanto por su propia naturaleza, sino porque nosotros queremos que así sea al hacer imposible renunciar a ello. Podemos tardar toda una vida en construir un anhelo que creemos encontrar en algún momento, en algún cruce, en algun recóndito lugar a lo largo de nuestra existencia. Tardamos años en vivir con el dolor hasta que un día, en unos siete segundos proclamamos un no, un no te quiero a mi lado. Y el dolor desaparece. Siete segundos de los que habla Manuel en Días intensos (http://manuel-diasintensos.blogspot.com/2009/03/youssou-ndour-neneh-cherry-7-seconds.html). En siete segundos desterramos aquel anhelo que tanto nos ha hecho sufrir porque lo alimentábamos con nuestros sufrimiento, porque lo habíamos alimentado durante tantos años sin nosotros saberlo. Nada como pasear por el mar o por la montaña para ver qué rápido se lleva todo el viento.

martes, 24 de marzo de 2009

Al ir a dormir


Nun der Tag mich müd gemacht,

soll mein sehnliches Verlangen

freundlich die gestirnte Nacht

wie ein müdes Kind empfangen.

Hände, lasst von allem Tun,

Stirn vergiss du alles Denken,

alle meine Sinne nunwollen

sich in Schlummer senken.


Und die Seele unbewacht

will in freien Flügen schweben,

um im Zauberkreis der Nacht

tief und tausendfach zu leben.


Este es el tercero de los Vier letze lieder de Richard Strauss. No sé por qué la entrada de mi amigo Rogelio (http://naranjasdelaschinas.blogspot.com/2009/03/mi-nombre-es-harvey-milk-de-gus-van.html) me ha recordado una película de muy distinta índole: El año que vivimos peligrosamente, de Peter Weir. Suena este lied cuando Linda Hunt (como aparece en el juego de sombras) le explica a Mel Gibson aquello que se preguntaba Lucas: ¿qué debemos hacer?


Siempre tendemos a juzgar a los demás por su tamaño, su color de pelo, su orientación sexual. La peli de Gus van Sant no la he visto aún. Tal vez me acordé de la manía que tenemos de censurar la diferencia. Por eso me acordé de nuestro pequeño personaje cuando, describiendo a su padre, habla de un hombre, con el corazón, el cerebro y los pulmones de un hombre, pero con el tamaño de un niño.


Este lied habla del alma que llevamos todos dentro y que vuela una y mil veces. Esta canción tan sublime de Richard Strauss termina diciendo "zu leben", para vivir. Mi entrada os invita a visitar el lied en cualesquiera de las versiones que existen (no puedo dejar de recordar la de Schwartzkopf, pero esta no está mal http://www.youtube.com/watch?v=Q8l99a5hJng&feature=related, y esta otra tampoco http://www.youtube.com/watch?v=PhdN1x4ke74&feature=related).


Aquí está la traducción del lied. Es una poesía de Hermann Hesse, el autor que me acompañó en mi adolescencia. Ya imaginais: Demia, El lobo espetario, obstinación, etc, etc, etc, junto con Nietsche y otros....hoy me quedo con san Lucas (y otros como san Marcos http://manuel-diasintensos.blogspot.com/2009/03/leon-tolstoi-los-tres-ermitanos.html).


Ahora que el día se ha fatigado,

que mi nostálgico deseo

sea acogido por la noche estrellada

como un niño cansado.

Manos, abandonad toda acción.

Mente, olvida todo pensamiento.

Ahora todos mis sentidos

quieren caer en el sueño.

Y el alma sin más guardián

quiere volar, liberadas sus alas,

en el círculo mágico de la noche,

para vivir profundamente mil veces


No sé por qué me he acordado de mi compañera Mª Jesús, que medirá unos 100 cm desde el suelo, pero con 1000 000 000 cm de genialidad, o de mis compañeros o amigos X, Y o Z, de los que sólo oigo ¿te vas con él en el coche?, pero si es maricón. No, son corazones excelentes (¡y qué si no lo fueran!)


Supongo que cuando pensamos en el alma, lejos de caer en el buenismo, al menos, queremos que no sea un alma oscura. Y es que a veces nuestros ojos nos impiden ver a las personas (como en el Mito de la caverna) Pero... ¿qué debemos hacer?

viernes, 20 de marzo de 2009

El concierto para piano nº1 de Brahms


Si tuviera que expresar todo lo que el concierto nº1 de Brahms significa para mí necesitaría mucho más tiempo entre entrada y entrada, mucho más tiempo para oír las versiones y muchos más años para atreverme a escribir.


Hay muchísimas versiones que resaltaría de este concierto. No sé, es como si los pianistas, los músicos se volcaran especialmente en humanizar este concierto en detrimento de la técnica, y eso a mí (personalmente) me encanta! Antes de entrar en materia, mi amigo Víctor, albaceteño de nacimiento, giraldeño converso, me pasó hace "sólo" seis años la versión de Leon Fleisher. Bueno, si oís esta versión espero que no padezcais del corazón. Y eso que no es ruso... Destacabilísima es también la de Emil Gilels con Eugen Jochum. Pero si nos vamos a versiones en directo, permítaseme una casi, casi, de casa. Elisabeth Leonskaja con mi querida orquesta de RTVE y el grandísimo (y joven por aquel entonces) Jesús López Cobos. Aunque no soy pianista, resalto los matices de Leonskaja a la hora de abordar los trinos tan joviales del primer movimiento, los pasajes graves o los más ligeros, casi casi frívolos, que sin embargo nos llevan al contundente final de este primer movimiento del que a Fleisher no se le escapa ni una nota (amigo Víctor, este comentario es tuyo).

No puedo olvidar la grabación de una pianista que, no por ser mujer, sino por ser muy buena pianista, hay que mencionar. Idil Biret, que graba con Naxos. Una pianista turca absolutamente, increíble (como diría Bisbal). Me encanta su manera de tocar el piano, el empleo de las sordinas, de los trinos, de......las notas!! Hablaré de ella en la Sonata nº3. Y es que cada pianista tiene, hace una declaración de intenciones cuando acentúa una nota, cuando los cuatro tiempos de un compás suenan con la misma intensidad y luego pasan a piano hasta pianísimo y la trompa, siempre la trompa, con esos pares de notas, ese casi leitmotivo que aparece durante todo el primer movimiento.
Es también bellísima la introducción del primer tema que hace Stephen Kovacevich con Wolfgang Sawalisch. Una versión que, aunque parezca un calificativo para salir del atolladero, no lo es, una versión digo, muy equilibrada, y no por ello falta de belleza.
Centrándonos en el segundo movimiento, los acordes iniciales (que algunos pianistas arpegian levemente, otros no) son como la declaración de intenciones del intérprete. Rubinstein acomente decisiva pero de forma cantabile esos primeros compses, hasta que llegan la trompa y el resto de las maderas. La cuerda es doblada con una frase que es idéntica al tema principal de la obertuda de... Parsifal!! (esas notas ascendentes y majestuosas). Me gusta Rubinstein porque despoja de una excesiva melancolía el desarrollo de estas notas para llegar a ese intrigante pasaje en que notas en octavas introducen una atmósfera casi....de Bach, la nota grave que se mantiene mientras la mano derecha va de par en par trazando notas hasta llegar al llanto de los clarinetes y la respuesta contundente de la cuerda (soberbio Fritz Reiner, años después volvió Rubinstein a grabar con Mehta) doblada por el piano con unos acordes geniales, simples, casi casi previsibles, pero geniales. La atmósfera bachiana continua con parecida temática, de nuevo las maderas pero esta vez sin la contundente cuerda. La misma frase musical modulada...y esos violonchelos y contrabajos, la frase la repite el piano y por fin otra vez las maderas, en todo su melancólico esplendor, siempre con los contrabajos de fondo, que van a imponerse como aquellas trompetas graves de las tocatas y fugas de Bach, porque realmente, los acordes finales del piano recuerdan aquellos finales tan contundentes de los preludios de Bach. Este último pasaje del piano en el segundo movimiento es acometido por Rubinstein en uno de los crescendi más geniales de la historia de la interpretación. Con los contrabajos sosteniendo todo el edificio de la iglesia bachiana, esa bajada final del piano respondida por intervalos de dos notas de las maderas y adornadas por un maravillos arpegios ascendentes y descendentes...no hay palabras!! Pero aún hay más, porque la sección B se repite, como no queriendo dejarnos caer en lo sentimental y volver a Bach en el trino final.


El principio del tercer movimiento, vuelve a ser Bach. Las primera notas atacan de manera contundente y son respondidas por la orquesta. ¿Verdad que hay un pasaje de la cuerda similar a la música de cine? En el número 2 ocurre algo parecido.
Bueno, no puedo olvidar Bernstein con Zimmerman, una propuesta muy distinta a las que venimos recordando. Pero qué difícil es resaltar una u otra. Siempre me he considerado el "anticrítico", porque no creo qua haya versiones malas. Hay propuestas honradas o no, pero si el intérpreta quiere expresarlo así, desde su honradez, su virtuosismo, su verdad... (se nota que la de Zimmerman no es de mis favoritas verdad?) o la criticada versión de Glenn Gould...esos críticos....
Yo me quedo con los trinos del primer movimiento, exultantes, cómo no, con el final, que casi nos deja sin fuerzas. Con la coda de este tercer movimiento. Pero no nos confundamos. No es este un concierto, pudiéramos decir virtuosístico en el sentido tópico de la palabra. Decía mi amigo Víctor que Arrau le encantaba como intérprete de Schumann porque le da el matiz adecuado a la riqueza armónica de este genio. Creo que el concierto nº1 de Brahms le ocurre algo parecido. Es riquísimo en matices, y ahí estaría el virtuosismo auténtico (esa es, por otro lado la dificultad de tocar bien a Mozart) en dar la justa interpretación a cada matiz aunque sólo sea resaltan una armonía, tres notas de un acorde por encima de las otras tres que tocan los otros tres dedos de la mano izquierda.

Probablemente os habrá parecido muy personal esta, mi entrada. Probablemente más de un pianista se habrá llevado las manos a la cabeza y algún director estará diciendo ¡aficionados!, pero bueno, ahí queda eso!

viernes, 13 de marzo de 2009

Lieder und gesänge



No es de extrañar que una de las series de lieder und gesängen de Brahms que más me gusta es la que sigue en número de opus a la primera sinfonía.

Es como si el genio hamburg-vienés hubiera dado un salto compositivo de gigante después de atreverse con su primera sinfonía. Las opues 69, 70, 71 y 72 son sencillamente maravillosamente brahmsianas (menuda novedad, pensareis). Si bien, esta afirmación puede parecer algo excesiva por las series de lieder que los anteceden así como por la bellísima música de cámara y pianística, de la que hablaré más adelante.

Si me permitís, me voy directamente a la opus 72, de la que quiero destacaros los tres primeros lieder.

La negra golondrina vuelve de lejanas tierras.
Las dulces cigüeñas están de vuelta y traen renovada dicha.
En esta fría mañana de primavera tan fría y turbia
Parece como si me volviera a encontrar con amores pasados.

En esta fría y gris mañana de Primavera
Creo reencontrarme con los antiguos tormentos del amor.

Es como si me acariciara dulcemente mi espalda.
Como escuchar un murmullo.
Como escuchar el vuelo de la paloma.

Llaman a la puerta, pero no hay nadie.
Me acerco al jazmín pero no percibo su aroma.

De lejos, una voz me llama.
Unos ojos me contemplan.
Un viejo recuerdo se apodera de mí.
Y me lleva consigo.


Mi traducción, además de libérrima, es muy mala, pero bueno, una licencia más. Y si no, aquí tenéis el texto alemán.

Es kehrt die dunkle Schwalbe
Aus fernem Land zurück,
Die frommen Störche kehren
Und bringen neues Glück.

An diesem Frühlingsmorgen,
So trüb' verhängt und warm,
Ist mir, als fänd' ich wieder
Den alten Liebesharm.

Es ist als ob mich leise
Wer auf die Schulter schlug,
Als ob ich säuseln hörte,
Wie einer Taube Flug.

Es klopft an meine Türe,
Und ist doch niemand draus;
Ich atme Jasmindüfte,
Und habe keinen Strauß.

Es ruft mir aus der Ferne,
Ein Auge sieht mich an,
Ein alter Traum erfaßt mich
Und führt mich seine Bahn

El acompañamiento del piano con acordes arpegiados de cinco notas repetitivamente sucedidos (no es una perogrullada) evoca el paseo del caminante (¡cuántos caminantes!) en esa mañana de primavera. El terciopelo de la voz de Jessye Norman es ideal para mostrar los colores de una mañana que, siendo de primavera, resulta algo…plomiza…como los amores pasados. Esos que la madurez nos hace redescubrir y que, ya hombres, vemos que no eran amores sino anhelos bajo un encantamiento de egoísmo o de devoción alimentada desde nosotros mismos (en el caso de la política, sería el fanatismo freudiano, perdón por esta cuña, pero el ambiente estaba muy tenso).

Cambiamos a modo menor cuando llegamos a la tercera estrofa. Amargo es el principio de la cuarta estrofa. El giro de la voz de Norman es tremendamente intrigante. ¿He destacado ya la profundidad de su voz y las texturas que es capaz de alcanzar? Bueno, esto, es como los directores, muy personal, sobre todo para los aficionados que no nos enfrentamos a la partitura, pero bueno, permítaseme.

El paseo va agitándose no en el paso, sino en el corazón. Los recuerdos traicioneros nos hacen ver aquel punto oscuro que nos sumía en la oscuridad total. La mano derecha traza en el piano tríos de notas hasta llegar al clímax

Repite la última estrofa. Terrible, el paseo ha llegado a un punto en que el viejo sueño aún nos atrapa y nos sume en la tristeza y melancolía pasadas.

Por eso el siguiente lied tiene un comienzo tan oscuro. Los segundos de pausa entre un lied y otro son eternos, y las notas, tan simples pero tan terriblemente contundentes dejan paso a la otra grandísima voz de Dietrich-Fisher Dieskau. Un lied que, sin embargo, lleva por título Sommerfäden (hebras, hilos del verano, sin embargo al francés lo traducen como cabellos de luz, Cheveux de Lumière, y al inglés como Gossamer)

Desengañados, tristes, apesadumbrados por la pérdida del amor (propio), la luz está en nosotros mismos, pero si no tenemos ganas de buscarla, pues oímos estos lieder de Brahms para deleitar el oído (cuidado con la imaginación y los malos recuerdos). Brahms, una vez más, y la luz.

Nos paramos, contemplamos nuestro alrededor y nos rodea el bosque. Miramos al cielo y exclamamos Oh bosque!, Oh belleza (como hiciera Schumann con el Rhin). La Naturaleza nos salva (a otros la oración, Voltaire diría que es lo mismo). Pasamos al número 3 de la opus 72. O küler Wald.

miércoles, 11 de marzo de 2009

No os olvidamos. No os olvidaremos.


El Requiem de Brahms está compuesto para aquellos que se quedan. Ninguna obra puede explicar mejor el día de hoy, porque no olvidamos ni a víctimas, ni a familiares, ni a supervivientes.

jueves, 5 de marzo de 2009

La primera sinfonía de Brahms


Después de días y días en manos de bacterias y virus, pensaba dedicar la entrada de hoy a la sinfonía Resurrección, pero la afición de mi amigo Rogelio por el sinfonismo centroeuropeo me hizo recordar mi devoción por las sinfonías de Brahms.

Estoy escuchando la versión de Mengelberg con el Concertgebouw (años 30) y, verdaderamente, el tercer movimiento lleva fuego en esas llamadas de maderas y trompas a la alegría, previas al cuarto movimiento que arrastra el archiconocido comentario de ser la décima de Beethoven (y que yo no comparto, recordemos el esquema 1, 2, 3 que explicaba Bernstein en aquellos programas maravillosos de Concierto para Jóvenes).

No nos desviemos del un poco allegretto e grazioso. Hay infinidad de pasajes de esta primera sinfonía que me gustaría resaltar, pero he preferido empezar por este tercer movimiento porque es verdad que tiene, como toda la sinfonía, mucho de beethoveniano. Sin embargo, para mí, ese principio con la melodía propuesta por el clarinete, que luego retoman los violines adornados, otra vez, por el clarinete, es puro Mozart. El juego de las maderas sí es claramente Beethoven...pero ¿dónde esta Brahms? (en toda la sinfonía, claro) , en el júbilo tan humano que, tras la exposición del tema A llega al segundo tema del movimiento, la llamada de las maderas, nuevamente a las que van añadiéndose los metales con esas tres notas repetidas, una auténtica llamada para que respiremos y sintamos la alegría de vivir (mi amigo Jose, grandísimo director, recordará que yo proponía otra cosa sobre este tercer movimiento), como digo, que finalmente exponen las cuerdas en todo su esplendor. Alegría, dicha, en estado puro. Pero tiene ese pasaje una llamada final desde la tierra cuando propone las mismas tres notas en modo menor, finalizando esa sección B y volviendo al tema inicial que da fin al movimiento. La versión de Mengelberg es, sencillamente, brahmsiana.

Permítaseme pasar de puntillas por dos gigantes con algo de diferencia generacional por aquello de los tempos pausados, etc, etc...el debate de siempre: ser fiel a la idea o a la partitura. Furtwängler y Celebidache muestran en sus respectivas versiones, lo que los aficionados conocemos como tempo pausado (como vds comprenderán no voy a entrar en metrónomos), y, desde luego, no tienen nada que ver las versiones de su primera con, pongo por caso, Toscanini, (sí, ya se que me he ido al otro extremo). Llamo la atención, no obstante, sobre el cuarto movimiento de Celebidache, en especial, los corales de los trombones y trompas antes del tema principal. ¡Soberbio!

Hace ya más de quince años, Wolfgang Savallisch grabó con la London Philharmonic la integral de las sinfonías junto a las Oberturas y el Schicksalslied. También por aquellas fechas grabó Baremboin con Chicago. Entra el director argentino con firmeza en el adagio inicial de este cuarto movimiento, decisión que mantiene a lo largo del pasaje con los pizzicati de la cuerda (poco que ver con Fürtwängler, en cuanto a la propuesta, nunca diré quién es mejor, porque es un debate absurdo). La llamada de la trompa, aunque no sea alpina, es de una limpieza digna de la Chicago Symphony Orchestra (¿aquella en la que Solti estuvo y que nos dejó grabaciones absolutamente absolutas?). La melodía que van recogiendo las maderas hasta llegar a ese coral tan majestuoso, tan de verdad (como es todo en Brahms) nos lleva a la coda que abre la melodía de las cuerdas que luego retoman las maderas con los timbales tomando el relevo que lo que la otra sección cuerda llevaba antes en pizzicati. La batuta de Barenboim, al menos a mí, me parece magistral en este punto, porque introduce un leve acelerando que no hace vertiginoso el movimiento pero le da una impronta que ensancha nuestros "pulmones auditivos".
Bueno, ¿y qué hay de los dos primeros movimientos? Permítaseme volver a los contrastes, porque, si comparamos el principio de Karajan y el de Bernstein, nos llevaríamos una sorpresa bastante singular. Recomiendo buscar una de las primeras grabaciones de Karajan para descubrir un director absolutamente vienés (si, si, ya se que Karajan no nació en Viena). La propuesta clasicista de Karajan nos lleva a lo que decía al principio de la impronta mozartiana de Brahms, algo poco comentado y que, sin embargo, para mí está bastante presente. Bueno, podríamos recordar otra vez aquel comentario de von Bülow, pero hemos de tener presente que en aquel gran y largo siglo XIX, después de la Novena... ¡pero llegó Brahms!
Personalísima es la versión de Bernstein. Algunos pensarán que el segundo movimiento de su versión (otra vez los tempi) tiene algo que ver con Furtwängler o Celebidache. Nada más lejos de la realidad. La propuesta de Bernstein del Andante sostenuto va del sosiego de los primeros compases a la explosión de la cuerda nada más avanzar ocho o diez compases. Me atrevería a calificarla de mahleriana, por aquellos fraseos de la cuerda de las sinfonías de Mahler tan envolventes y, a veces, trágicos. Es, resumiendo, una versión personalísima, como era el gran Bernstein. A mí me gusta más el oboe de Karajan (bueno, me refiero a una grabación histórica con el Concertgebouw en 1943), pero más todavía me gusta la propuesta de Barenboim, aquella grabación editada por el sello Erato es impresionantemente buena.
Para terminar, una leyenda sobre la dedicatoria, que todo bien nacido llora cuando la escucha. Aquellas letras atribuidas a Brahms y dirigidas a Clara Schumann: desde lo más profundo, desde lo más alto, ¡gracias!. Yo no dejo de recordar estas palabras cuando oigo el coral de los metales al final del adagio, pero mi recuerdo es para mi querido padre, que murió hace ya más de diez años, pero al que nunca podré agradecerle suficientemente, tantas y tantas cosas.