Enseñanos, Señor, que tendremos un final.... Pude asistir al Deutsches Requiem pocos meses después de la muerte de mi querido padre. Tenía él unas profundas raíces cristianas, por lo que no hubiera sido receptor adecuado del mensaje del Requiem alemán. A mí, sin embargo, me parecía mucho más propio de aquellos días que escuchar el de Mozart, Guerrero o el de los portugueses Lobo y Cardoso (excepcional). El requiem alemán lo escribió Brahms pensando en los que se quedan (probablemente y en secreto, muchas músicas de requiem siguen esta premisa).
El coro que antecede este número, creo que pertenece a San Pedro: "pues toda carne es como hierba y toda vida humana como florecillas del campo, pero la hierba se seca y las flores se marchitan". El símil petrino están muy logrado. Día tras día queremos ser hierba fresca que absorbe el rocío, luchamos contra el tiempo y pasamos de un estado a otro casi sin percibirlo...y pasan los años.
No es que me considere un amante de lo macabro, ni mucho menos, pero de vez en cuando reflexiono sobre el paso del tiempo y cómo los seres queridos se van yendo. Cómo tu niñez se pierde en un túnel (más bien agujero negro) del que no se ve casi nada y cómo notas el paso de los días de manera implacable. No me considero pesimista. Creo que hemos olvidado la muerte y, si se atreve a salir en los telediarios, la banalizamos. Lo que sea mientras no nos corte el rollo...bueno, tal vez deberíamos ver el Séptimo Sello de Bergmann para ver qué le pasa al caballero que juega al ajedrez. Tampoco tenemos por qué ponernos del lado del escudero. Prefiero el de los cómicos (sobre todo porque son los que sobreviven!).
Bueno, la excusa de traer otro vídeo del genial Dietrich-Fischer Dieskau me ha servido para escribir un par de comentarios sobre la vida y la muerte. A falta de café, licor y contertulios, acudo al blog.