sábado, 28 de noviembre de 2015

Nostalgia (2)


Como se acerca la Navidad, los que ya estamos entrando en ciertos años empezamos a cambiar nuestra visión de esas fechas. Es posible que sólo queden recuerdos de aquella etapa de nuestra vida en que la Navidad era la Navidad. Por esta razón, no es difícil encontrar personas de nuestra generación a quienes entristezca todo este período.

Ello principalmente por las ausencias. Es lo malo de recordar, que llega un momento de la vida en que determinadas situaciones quedan ya en el recuerdo. Aquellos días felices de reunión han cambiado porque muchos de nuestros seres queridos han ido muriendo y todo aquel imaginario que teníamos montado de manera imperceptible pero presente, ha desaparecido.

Ahora, ese presente tan distinto a los días que vivimos de niños, es como una instantánea que se impone a nuestros recuerdos, mostrándonos qué es la vida. Mostrándonos el ineludible devenir de nuestra existencia, y la imparable acción destructora del paso del tiempo.


La única medicina es el famoso Carpe Diem....que es una verdad como un templo, pero que a la que es difícil coger la medida. No es el desenfreno ... ni la avaricia de acciones y sentimientos ... es difícil, cierto.... pero no imposible. No se trata de vivir una vida estoica o epicúrea, se trata, simplemente (y nada menos) de vivir.

Pero nuestro cerebro, afortunadamente, es tan complejo que la propia palabra, "cerebro", "mente", se le está quedando (afortunadamente) pequeña. Y de vez en cuando nos asaltan un olor o una canción que nos llevan a aquel o a aquel otro año. Y, de repente, sin apenas percibirlo, la nostalgia se instala en nuestro corazón. Tal vez no es tan malo querer pensar, sin torturarnos, en aquellos momentos, en aquellos años ... en aquellos días que podríamos haber mejorado. Es lógico que el adulto recuerde con cierta severidad aquellos días de juventud, imposibles de cambiar (afortunadamente) .... pero también es necesario caer en la cuenta de que sin todo aquel cúmulo de situaciones, no seríamos lo que somos ahora, para bien o para mal.

Uno de los ejercicios más bonitos que encuentro para conjurar esa nostalgia es volver  a leer aquellos libros que formaban nuestra primera biblioteca. Es, ciertamente, muy reconfortante. Partiendo de la máxima pocos pero doctos libros, hay lecturas que son recurrentes y tremendamente nuevas cada vez que las cogemos. Y es que Shakespeare a los doce años, ....¡¡¡no es Shakespeare a los cuarenta y dos!!!  No digamos el Quijote. ¿Cuántos de nosotros no quisimos quemarlo en el instituto? El test del lector es una de las mejores formas de valorar cuánto hemos cambiado...y, sobre todo, cuánto de bueno hay en nosotros. Cuánto de bueno sigue habiendo a pesar de todos los años que la vida nos ha ido llevando y trayendo por aquí y por allá. A pesar de que pensemos que en algún momento de nuestra vida, el adulto ha olvidado los sueños del niño. A pesar de que sintamos cierta decepción por haber perdido aquella espontaneidad, aquella capacidad de sorprendernos.

Estoy seguro que en algún momento, alguno de nosotros ha cogido uno de aquellos libros y tras llevar varios días leyéndolo, disfrutándolo, riéndonos y....sorprendiéndonos...una lágrima de alegría ha brotado de nuestro corazón y ha recorrido aquel rostro juvenil que estaba escondido detrás de capas de maquillaje de falsos prejuicios adquiridos, ideas preconcebidas y falsas imposturas que esa, a veces hipócrita, recua de convencionalismos que muchos se empeñan en imponernos como vida en sociedad, había escondido.


Aunque no vuelvan aquellos tiempos, siempre tendremos todo lo bueno que alberga nuestro corazón. Tal vez nos entristezcan los recuerdos, pero la alegría de aquellos días, permanece como un valioso activo de nuestro corazón que hemos de explotar sin miedo. Es nuestro, nunca lo vamos a perder, muy al contrario, crecerá, a pesar de la ineludible velocidad con que el tiempo nos lleva por esta vida. Aunque no estemos en la villa toscana de don Pedro, dentro de nuestro corazón hay mucha más luz.


viernes, 27 de noviembre de 2015

Intolerantemente tolerante



La verdad es que a mi carácter sanguíneo y mi verborrea cotidianamente incendiaria, le va que ni pintado este cartel de ese gran genio....pero lo cierto es que yo, conmigo mismo, soy bastante políticamente correcto...¿será porque me conozco?

Hoy por hoy circulan miles de adagios como esta genialidad del director de Match Point o Manhattan, mostrando, de una manera más o menos burda, aquello de l'enfer sont les autres...es decir,  en un ejercicio de esa intolerancia que se contrapone a nuestro espíritu gregario y comunicador.

Hoy por hoy publicamos por doquier en nuestras redes sociales (cada ser humano que se precie debe de tener tres....o cuatro), lemas que nos diferencian de un nutrido sector de personas (el resto de los mortales si nuestro ego es enorrrrrme....o algunos seres que pululan por ahí), adagios que ponen de relieve que en esta vida hay listos y tontos....y.....por supuesto....nosotros estamos en el grupo de los listos...o como dice el gran Woody...de los inteligentes.

Siempre me ha impresionado todo eso. Pero lo que más me ha impresionado, es lo fácil que es usar la palabra tolerante...y lo difícil que es serlo....

En el plano de las situaciones humanas no constitutivas de delito....la tolerancia está llegando a ser extremadamente difícil de practicar ... ello en un país que atravesó una dictadura hace no mucho...¿somos tolerantes de verdad? ¿toleramos las opiniones que consideramos estúpidas?........¿ahí está el error!...la tolerancia ha de dirigirse hacia las personas. Debemos ser extremadamente tolerantes con el principio de que todos somos iguales y que nadie, ministro o no ministro, noble o villano, está por encima de nadie...

Lo que pasa es que queremos llevar la tolerancia sobre las opiniones, cuando, por sí mismas, las opiniones son cosas futiles, circunstanciales. La propia palabra lo está diciendo.

Es cierto que en las redes sociales, muchos tratamos de verter una imagen idílica de nuestras opiniones y que, si somos medianamente civilizados, intentamos no utilizar demasiados exabruptos....sobre todo con las personas que nos son cercanas....pero, probablemente, flaco favor le hacemos a la democracia misma...porque precisamente, si como ciudadanos no somos capaces de argumentar sin caer en el insulto o la falta de respeto, contra lo que nos parece, absolutamente intolerable ¿qué clase de democracia estamos construyendo?

Los terribles atentados yihadistas están polarizando, de nuevo, la actitud de la sociedad española. Pero llama la atención la virulencia que, antes de que se produzca nada, se está empezando a vislumbrar en algunos columnistas o politicuelos venidos a menos....demostrando que, si bien es sintomático que se caiga en seguida en la descalificación, aún más lo es que las posiciones políticas se adivinen claramente detrás de la opinión que una u otra persona tiene de esta terrible situación.

Por poner un ejemplo clarísimo, y que se encuentra en mis antípodas ideológicas, no hay más que ver  la reacción contra varios artistas e intelectuales posicionados en torno a aquel "no a la guerra". Unos minutos después de que se movilicen contra la intervención armada que todos conocemos por los medios de comunicación, algunos de esos medios de comunicación cargan contra este colectivo con una virulencia verbal sorprendente....si no estuviéramos en España. 

Podría poner ejemplos de otra índole, pues los hay del mismo cariz. Como mínimo, esto es señal de en qué pobre situación se halla el estado de opinión de la sociedad española y, sobre todo, qué condicionados se hallan los medios de comunicación.

Algo impensable hace años ocurre hoy con mayor normalidad: plataformas de mass media aglutinan en su seno publicaciones y cadenas de televisión del más variado cariz ideológico, detrás de lo cual está la inteligente posición de abarcar todo el mercado de opinión para abarcar a todo perfil de consumidores....pero claro, si el compromiso verdadero desaparece ¿donde queda la verdad? ¿dónde quedan los principios? ¿donde queda lo auténtico?