jueves, 19 de mayo de 2011

Cien años de la muerte de Mahler



Ayer hizo cien años que Gustav Mahler dejó este mundo. Esta vida que tantos sinsabores, amarguras...(y algún que otro éxito) le reportó. Aunque es ahora, como decía el gradísimo Pérez de Arteaga, en nuestro tiempo, cuando los reconocimientos llegan por doquier.


Mahler es la melancolía y la gran orquesta de geniales armonías. La tristeza y la jovial alegría de los campesinos. La cruda frialdad de la segura amargura de que la muerte nos ha de alcanzar, y la esperanza del amor.



Für dich lebe, für dich sterbe, se puede leer en la partitura manuscrita de la Octava sinfonía (¿recuerdan el genial documental que se editó hará ya doce o quince años?).



Esta semana pasada radiaron la propuesta de décima sinfonía completa. Yo me quedo con la novena, pues sus cuatro movimientos parecen cuatro poemas sinfónicos a la vida. Un primer movimiento con un inicio bastante inquietante que se resuelve diez o doce compases más allá. Un segundo movimiento de esos que suenan a flauta campesina riéndose de la muerte (que, de seguro, nos alcanzará a todos, diría Bergman). El tercer y cuasi trágico movimiento anunciado por una implacable trompeta. Y, mi preferido, el cuarto movimiento, presidido por la melancólica, solemne y emocionante belleza de las cuerdas.




He hablado aquí de la Novena, pero hay, antes, ocho geniales sinfonías a través de las cuales se podría escribir un Tratado del Hombre ...aunque Mahler es bastante más. Una advertencia a todos los que nos dejamos embargar por su música, no caigais en el desconsuelo a que nos pueden llevar ich bin der Welt abhanden gekommen!

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