jueves, 9 de febrero de 2012

No voy a hablar de Garzón


No voy a hablarles de Garzón. He estado viendo las noticias. No me he alegrado, precisamente, de lo que he visto...pero cuando pienso en verdaderas injusticias, en cómo la política amordaza la judicatura, me viene a la memoria un hombre que, en aquellos tiempos en que la justicia aún luchaba por ser ella misma, fue vilipendiado y condenado al ostracismo. El magistrado don Marino Barbero.
¿Quién era don Marino Barbero? Un profesor de derecho penal que en los años sesenta pronunció una conferencia en la que, nada mas y nada menos, condenó la pena de muerte. Pero era eso y mucho más. No juró los principios del movimiento, lo cual le costo un pequeño exilio lejos de Madrid. Pero, como he dicho, era eso y muchísimo más.

Ya en la democracia, y, como magistrado, se encontró casi por casualidad con el sumario FILESA, cuya instrucción le hizo blanco de la artillería pesada PRISA-Polanco-Tándem González, Guerra, Rodríguez Ibarra.

Lo que no consiguió el franquismo lo lograron lo que la prensa actual llama (uno no sabe si con reverencia... o no) los barones del PSOE.
Por entonces, ya se había reformado el CGPJ (recuerden la frase atribuída a Guerra: Montesquieu ha muerto). Cuando, tras ataque tras ataque, pidió el amparo del CGPJ, la mayoría políticamente cualificada, se lo negó. Lo que no consiguió la dictadura llegó con la nueva democracia. Don Marino Barbero se retiró de la vida pública y profesional.

Les dije que no iba a hablar de Garzón...y no lo he hecho. He intentado, eso sí, recordar la justicia, aquella que intentó alcanzar don Marino Barbero ejerciendo su profesión.

Es triste insistir en que este no es un relato hagiográfico, es simplemente un intento de exponer cómo un hombre que intentó cumplir con su obligación profesional no pudo celebrar, como Fidelio: meine pflig hab' ich getan. Fidelio se enfrentó a la tiranía y la venció gracias a la Justicia.

Cuando era pequeño, una de las primeras imágenes que recuerdo, eran las esculturas del Palacio de Justicia que mi padre me eseñó en uno de nuestros paseos. Por eso, si oigo las palabras justicia o injusticia, a quien recuerdo, es a don Marino Barbero y hombres como él (he de decir que mi padre también estaba hecho de esa pasta).

Como les he dicho, no les he hablado de Garzón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Le agradezco el recuerdo y el pequeño homenaje a la figura de mi padre que éste significa.

Fidelio en el bosque animado dijo...

Estimado anónimo, soy yo quien le agradece su comentario. Déjeme insistir en el reconocimiento y la gratitud que todos los perseguimos la justicia y la rectitud debemos a su padre. Muchas gracias y un sincero abrazo