Mi suegra, que es una bendita, me dejó una habitación en la casa de su padre (otro santo varón de la ecuanimidad y el buen juicio, que fue don Alfredo Peña) para que guardara mis libros y mis papeles, así como todas aquellas cosas que decidiera enviar a un dulce exilio, porque no cabían en el espacio que mi santa mujer me deja en casa para mis libros y otros bártulos (estuve a punto de bautizarme Bártolo de Sassoferrato en lugar de Fidelio Preferí sin embargo este alias casi travestido, en lugar de uno de los santones del Derecho, disciplina de la que, hace siglos, huí hacia la libertad de la Biblioteca Antonio Nebrija, aneja a la cantina del campus de la Merced, ambas en igual plano de trascendencia), pero sobre todo, porque en un mundo plagados de "gobernadores Pizarro", es mejor emplear retruécanos y jugar al manierismo hasta que suene la trompeta anunciado: Der Herr minister ist angekommen!!
No es que los libros y papeles que en ese refugio de exiliados dejen de tener importancia, es, simplemente, una cuestión de inmediatez en el uso. Por poner un ejemplo, los discos, las biografías de Franco, los panfletos del Régimen, los suplementos culturales o la ristra de periódicos que uno acumula después de cada viaje se encuentran allí. Por esto, ese refugio puede ser un almacén de papeles o un archivo, escójase la opción que más guste o créasele aproximada a la realidad.
Se podrá deducir que este trasunto de archivo-biblioteca contiene también algunos libros que, lejos de destruirlos (suerte de delito de homicidio sobre las cosas con vida propia) prefiero tenerlos en un dulce exilio.
Todo lo contrario sucede con el libro al que hago referencia "El affaire Dreyfus en España 1894-1906", un libro que me acompaña desde mi niñez y al que no es esta la primera (ni la última!) ocasión en que me refiero. Será por mi obsesión por el matrimonio entre Justicia y Derecho y mi odio por las ocasiones en que, a lo largo de la historia, éste se ha hecho divorcio doloso.
Tampoco es la primera vez que reproduzco esta dedicatoria: "Para D. Luis Sáez Reche ¿Cómo explicar que fuese un crimen el nacer judío en la cuna de la revolución por la Fraternidad, la libertad y la Igualdad?". Bueno, sobre todo esto haría falta un año completo de entradas. Como botón de muestra os dejo esta dirección http://www.charles-peguy.org/ y este poema que el autor del libro ha tenido la gentileza de enviarme:
La esperanza, ese camino ...
Sorprendente maravilla, la esperanza -dice Dios.
¡Cómo salir de ese asombro!
Esta niña esperanza en apariencia nada.
Esperanza tan chiquita,
inmortal en verdad.
Adelantándose a sus hermanas mayores,
¿quién va a prestarle atención?
Camino de la salvación, camino de la tierra viviente,
escabroso camino de salvación, ruta interminable,
caminando entre sus dos hermanas,
la esperanza naciente
se adelanta
entre sus dos hermanas mayores:
la casada
y la que es madre.
¡Y el pueblo cristiano prestando atención sólo a éstas:
la primera y la última!
Las más atareadas.
Las del tiempo presente.
Las de este mismo instante fugitivo.
¡Y el pueblo cristiano sólo atento a las mayores,
contemplando sólamente a las mayores!
La de su derecha y la de su izquierda.
Apenas atento a la central,
tan pequeña,
camino aún de la escuela
siempre andando
perdida entre las faldas de sus hermanas.
Pueblo que cree alegremente que son las mayores
las que tiran de la mano a la pequeña,
siempre en medio de las dos.
Para hacerle caminar, ¡siempre el camino!,
camino escabroso de salvación.
¡Pueblo ciego que aún no ve lo transparente!:
a esta niña esperanzada,
central,
arrastrando a sus hermanas
nada en absoluto sin ella:
apenas dos mujeres ya mayores,
dos mujeres, eso sí, de cierta edad, ajadas, por tanto, por la vida.
¡Que sólo eres tú, mi pequeña, la niña que sabe de amor!
Charles Péguy.
Sorprendente maravilla, la esperanza -dice Dios.
¡Cómo salir de ese asombro!
Esta niña esperanza en apariencia nada.
Esperanza tan chiquita,
inmortal en verdad.
Adelantándose a sus hermanas mayores,
¿quién va a prestarle atención?
Camino de la salvación, camino de la tierra viviente,
escabroso camino de salvación, ruta interminable,
caminando entre sus dos hermanas,
la esperanza naciente
se adelanta
entre sus dos hermanas mayores:
la casada
y la que es madre.
¡Y el pueblo cristiano prestando atención sólo a éstas:
la primera y la última!
Las más atareadas.
Las del tiempo presente.
Las de este mismo instante fugitivo.
¡Y el pueblo cristiano sólo atento a las mayores,
contemplando sólamente a las mayores!
La de su derecha y la de su izquierda.
Apenas atento a la central,
tan pequeña,
camino aún de la escuela
siempre andando
perdida entre las faldas de sus hermanas.
Pueblo que cree alegremente que son las mayores
las que tiran de la mano a la pequeña,
siempre en medio de las dos.
Para hacerle caminar, ¡siempre el camino!,
camino escabroso de salvación.
¡Pueblo ciego que aún no ve lo transparente!:
a esta niña esperanzada,
central,
arrastrando a sus hermanas
nada en absoluto sin ella:
apenas dos mujeres ya mayores,
dos mujeres, eso sí, de cierta edad, ajadas, por tanto, por la vida.
¡Que sólo eres tú, mi pequeña, la niña que sabe de amor!
Charles Péguy.
2 comentarios:
Hola amigo Fidelio.
La verdad es que llevo retraso en las contestaciones (tal es tu fecundidad blogera esta semana que cualquiera te sigue...)
Lo que voy a comentar, tal vez sea algo manido, pero, a mí, del caso Deyfrus me destacaría el 'Manifiesto de los intelectuales’ que se publicó en ‘La Aurora’ el 14 de mayo de 1898,... surgido con el mencionado ‘affaire Dreyfus’. En este momento, tal vez el término ‘intelectual’ adquirió su nuevo significado, y con el mismo apareció un personaje nuevo, el intelectual, paradigmáticamente representado por el Zola de ‘Yo acuso’. Este caso marca un hito en la historia de Europa ya que produjo una revolución contra la anquilosada sociedad francesa de la época. Es evidente que la verdad pública salió vencedora gracias a la intervención decidida de los pensadores y hombres de letras que a partir de entonces comenzaron a ser llamados ‘intelectuales’.
Cuando, el 13 de enero 1898, Emile Zola publicó el ya citado artículo, el Estado no pudo controlar la protesta en la calle ni la influencia de unos intelectuales que se convirtieron en punta de lanza de la vanguardia social.
Sobre el poema que te regalaron y que reproduces, simplemente diré que es emoción pura, de un hombre bueno (estoy seguro).
Es lo bueno de tus entradas: son tan poliédricas que nunca se agotan.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias por lo que a mis santones se refiere (y también por lo de poliédrico, el más original elogio después del de mis alumnos, que dice "a Luis hay que entenderlo...").
Efectivamente pintas muy bien la clave del affayre Dreyfus y la aparición de los intelectuales (cada vez hay menos). Por resumir todo el asunto y el momento histórico que relatas, es, sencillamente, emocionante. Seguiremos hablando amigo...gracias!
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